jueves, 11 de noviembre de 2010

El feo que la tenia clarisima...

Cuenta la leyenda que en un edificio de la calle Avellaneda vivía un feo. Un feo que de tan feo que era, los espejos le mentían. Pero era un feo bueno. Los espejos le mentían, pero para no herir sus sentimientos.
Lo más importante es que lo que tenia de feo, lo tenia de inteligente, lo tenia de pillo. Y por sobre todo, a diferencia de muchos, el era consciente de su fealdad. Y tal vez producto de su educación, tal vez de una crianza, tal vez de algún libro que leyó de pequeño o simplemente por su fealdad, nuestro protagonista vivió siempre en dirección al amor.
Decididamente se gasto más de la mitad de su vida en la búsqueda del amor. Tanto del amor eterno, como de amores pasajeros, cómplices, fugaces y de cualquier índole. Este muchacho creció argumentando su vida y sus acciones siempre con la oculta (o a veces no tanto) intención de conquistar corazones femeninos.

Como dijimos anteriormente, nuestro muchacho era bastante avispado. La naturaleza es sabia, y es tarea de los feos avivarse a tiempo de que tienen cosas que los tipos facheros nunca tendrán. Y me refiero a una clara dificultad: De que la mujer deseada se enamore de él a simple vista. Y ante la dificultad, uno evoluciona. El feo, evoluciona aún más.

Por eso nuestro muchacho de facciones imperfectas se las fue apañando para lograr llamar la atención de las chicas de la cuadra y mas allá.

"-El feo inteligente, en feminista se trasforma..." Dijo una vez mientras festejaba el día internacional de la mujer en el puente de la mujer, allá por Puerto Madero.
Un día aprendió a cantar, a tocarse una que sepamos todos en la guitarra, a hacer asados, a cambiar una rueda a damiselas en apuros, a bailar géneros musicales extrañísimos, a hacer magia, a saberse 4 o 5 chistes tontos, a leer poesía y por sobre todo, aprendió a mirar a los ojos y sonreír.
En alguna de tantas primaveras, un día, los espejos dejaron de mentirle. Dado que nuestro feo muchacho tenía mas levante que el rubio de ojos claros que vivía a la vuelta, que el cordobés motorizado de enfrente y que el RRPP del boliche de moda en Palermo Soho.
El feo se pasaba horas de su vida relatando historias y poesías a mujeres, se apilaban una a una frente a la puerta de entrada donde él se sentaba a mostrar su fealdad atractiva.
...Un buen día el feo decidió mudarse de barrio.

La petisa Gladys le lloro una noche entera rogándole q no se vaya, la vecina de enfrente le puso un pasacalle despidiéndolo y hasta un vecino gay le llevo un regalo de despedida que él rechazo instantáneamente: "-Feo sí, pero puto no eh..." Dijo, mientras le contaba la anécdota al fletero que le ayudo a hacer la mudanza hasta su nueva morada.

Ya instalado, el feo decidió salir a pasear por el barrio, y ahí fue cuando toda cordura le huyo despavorida de su realidad.
Caminando por una plaza vio a la mujer más bella que él había visto jamás, sentada en un banco leyendo. Él, atónito (y más feo de lo normal) a pocos metros de ella, observándola.

Tenía que conquistarla...

Con el tiempo adopto una rutina ajena a su comodidad, solo para verla a la señorita lo más seguido y "casual" posible. Doblo el volumen de lectura, alimento su intelecto, su viveza estaba más afilada que un sable ninja y hasta tenía un perfume que según él era un secreto milenario de características únicas.
Toda la teoría funcionaba a la perfección, hasta que un día tuvo la posibilidad de hablarle: Muchas más que varias veces tuvo la cintura para conquistar doncellas en situaciones similares. Pero esta vez, el feo titubeo.
Solo atino a preguntarle la hora y alguna calle del barrio, mientras litros de saliva se anidaron en su garganta y le hicieron pasar un papelón digno de un feo típico y común, frente a la linda de la cuadra.
Los meses se sucedieron y el feo no conquistaba progreso, aquella belleza continuaba ignorándolo de una manera inusual para él y su amor propio.
Gracias a esto, él se encontró enmarañado en una crisis de carácter personal: su orgullo y corazón se veían seriamente dañados, y en la locura apelo a recursos en los que tiempo atrás había jurado no caer. Conquistar a aquella muchacha se había convertido en todo su mundo: Asistió a gimnasios, cirujanos, camas solares, cremas, brujas y hasta chamanes de dudosa reputación.
El feo se hundió en su fealdad, y contrariamente a lo sucedido hasta antes de mudarse, fue involucionando...
Hasta los espejos empezaron a mentirle nuevamente, para no herir sus sentimientos...
"-Esta vez siento amor... y para eso no tengo estrategia que me salve..." le admitió al de la perfumería mientras se compraba una supuesta crema milagrosa.

Hasta que un día cayó en una tremenda depresión, y lentamente comenzó a refugiarse en su casa, cada vez más tiempo, hasta que finalmente no lo vieron nunca más...

Quien les habla (o escribe) recapitulo la historia de este ser derrotado por el orgullo, visitando su barrio, recolecte información y pude dar con la señorita que jamás le dio ni la hora a nuestro fiero personaje.
La señorita, ya entrada en años, sigue viviendo frente a la misma plaza. Su sobrina me recibió y me conto la tremenda realidad.
La señorita siempre sufrió una extraña enfermedad, una suerte de autismo leve, que le contrajo un gran desorden de comunicación, y le impedía el correcto intercambio social con cualquier persona, hasta su propia sobrina.

La sobrina me conto sobre el feo. Como un día lo encontraron sin vida en su propia cama con una carta hacia su tía, la belleza que había visto leyendo en la plaza.
Lo que el feo nunca supo, fue que esa era justamente la forma en la que se debía comunicarse con ella.
Ella amaba la lectura, se refugiaba en eso.
Y la última carta de nuestro personaje feo, fue justamente su historia y las cosas que hizo por conquistarla, y como ya derrotado, decidió no continuar con su vida si no era junto a ella.

Desde ese día, aquella muchacha ya convertida en una señora grande, pasa todas y cada una de sus tardes leyendo en aquel banco de aquella plaza. Argumentando que esta es una de las tantas tretas hechas por el feo, según ella el sigue vivo, espiando detrás de algún árbol. Ella lo espera.

...A veces el peor enemigo, es uno mismo, es la mentira que nos regala aquel espejo.
Creemos que es imposible... y tan solo sucede que no somos capaces de ver un poco más allá...
A veces es necesario vencer los demonios internos, callar a aquel feo que nos grita desde adentro que todo está perdido.
La belleza o fealdad de una persona no es más que lo que esa persona demuestra de sí misma, sacando toda lógica física o estética.

A veces, tan solo es necesario apostar y jugársela por ello.

Nunca se sabe. Tal vez, algún día, aquella persona que buscamos hasta el cansancio, nos estará esperando en el banco de alguna plaza, leyendo nuestras cartas.


-Maro

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